martes, 31 de enero de 2012

LA CENTRAL DEL AMOR (II)

PARTE II

- (Hombre) A Tomás le había dado un soplo de repente. Me llamó Lupe, su mujer, para decírmelo. Al salir de aquella reunión empezó a encontrarse mal, como con vahídos. Él solo quería llegar a casa y tumbarse un poco sobre la cama a descansar un rato, pero Lupe no le dejó. Si Tomás estaba asustado con todo aquello que estaba pasando en la fábrica, ella lo estaba el doble. Debe ser como un sexto sentido que tienen las mujeres embarazadas, que son protectoras, pero Lupe ya sabía que no había mucho que pudiera hacer. Y que a partir de ese momento, cada día iba a ser como un regalo.

- (Anciana) A veces buscar una razón a las cosas solo sirve para justificar la espera. Pero si ya no hay esperanza, no queda otra mirada que no sea hacia delante… Mi hija lo sabía. Ya no existía otra cosa en la que pudiera creer.

- (Hombre) La Junta de la Comunidad Autónoma hizo públicos los informes sobre la central y la planta de residuos plásticos unos días después, y Exporitex nos informó de que habíamos estado expuestos a material contaminante y nocivo para la salud. Trabajamos durante años con productos cancerígenos. Allí el que cogía un catarro cogía algo más que un resfriado. Salieron más casos a partir de entonces, de intoxicaciones y enfermedades raras.

Imágenes de la comparecencia en la que se informaba de los resultados de las pruebas realizadas en la fábrica de Calatrava de Orduña)



El director muerto había caído por un cáncer linfático por lo que supimos entonces. Había además una treintena de casos declarados, y todavía más seguimientos de otros posibles afectados. También otros tantos vecinos de la comarca estaban con síntomas y problemas derivados de aquello. Venancio estaba en la lista, de Alejo no se sabía nada. Creo que él ya estaba metido en otra lista… Tomás tampoco estaba, aquello solo contaba hasta finales del año anterior. Pero desgraciadamente esa lista no había hecho más que empezar a llenarse.

- (Anciana) A mi hija no hacía falta explicarle mucho las cosas que pasaban delante de ella para que las entendiera. El cáncer no les dolió mucho a ninguno de los dos cuando se lo dijeron. Ya lo sabían. Solo les quedaba una cosa por la que sentir: el pequeño Iván, mi nieto. Todavía tenía que nacer, y en un momento en el que sonreír costaba un mundo.

- (Hombre) Cuando vi a Tomás a las semanas, calvo por la radioterapia, me impactó muchísimo. No sabía qué decirle. Igual que él, ese podía ser yo. Tomás y yo siempre habíamos estado juntos. Pero ese día no vi a mi hermano en esos ojos. No estaba ahí…

(Imágenes de fotografías de Tomás calvo en el periodo de radioterapia y de su enfermedad) 
Música: Joe Hisaishi - The name of life (Instrumental) BSO El viaje de Chihiro



Se fue en un mes, sin hacer ruido. El primer muerto oficial por la contaminación de la fábrica de Calatrava de Orduña. Ese fue su título. Hermano admirable, amigo entrañable, hijo granuja… Y padre perfecto. Seguro que lo hubiera sido...

- (Anciana) Mi hija se quedó sola. Con un bebé en las entrañas y en mitad de su embarazo… La fuerza la llevaba dentro de sí misma. Era lo que tiraba de ella.

- (Hombre) Todos fuimos pasando reconocimientos médicos. Quien más, quien menos, todos teníamos algo de contaminación. Algunos demasiado, otros casi nada. A mí no me había afectado la exposición, pero pronto dábamos con alguien que había caído bien enfermo.

- (Anciana) Pero el mal que no se escucha es el más difícil de combatir.

- (Hombre) El susto nos lo llevamos con Lupe. La obligaron a hacerse el chequeo, aunque no trabajase en la fábrica. Y más en su estado, embarazada. Fue ahí cuando conocimos lo que duele la vida.

- (Anciana) Mi hija perdió el bebé que esperaba. Tenía malformaciones a causa de la radiación, le había dañado el corazón y los pulmones, que no se le desarrollaron. Mi hija no llegaba a los 6 meses de embarazo en aquel entonces. Había perdido en muy poco tiempo las 3 vidas por las que vivía: la de Tomás, la de Iván, y la suya propia…

- (Hombre) Estuvimos con ella, acompañándola, durante días. No queríamos dejarla sola.

- (Anciana) Pero mi hija es muy suya. Y un día se fue...

- (Hombre) Se escapó. No nos asustamos mucho porque sabíamos que Lupe no iba a hacer nada raro, pero no sabíamos por dónde andaba. Yo pensé que se habría ido a León, a la casa de su hermana, o a olvidarse de todo unos días. 

- (Policía del pueblo) Guadalupe vino por la noche a la Jefatura. Me había llamado un rato antes por teléfono desde un número desconocido, debía ser una cabina. Me dijo que quería hacer algo, pero quería que fuera legal. Aquí en Calatrava nos conocemos todos, es un pueblo pequeño, y sabía lo que le había pasado a ella, y que no podía ser nada malo lo que tuviera que decirme.

- (Hombre) Me llamó Eduardo, el Guardia Civil que trae patrulla por Calatrava y que lleva la Jefatura del pueblo, que es amigo nuestro y de todos. Me dijo que Lupe estaba con él allí, y que llamaba para tranquilizarnos, que le había dicho Lupe que llevaba dos días sin pasar por casa.

- (Guardia Civil) Me dijo que quería abrir el pequeño hospital médico de curas abandonado del pueblo, que se había usado durante la guerra, y que fue clínica de paso para el ejército hasta que se murió Franco, porque estaba cerca de un campo de tiro militar. Como un pequeño ambulatorio. Decía que no quería forzar la entrada, ni hacer ninguna locura. Lo hubiese entendido si hubiera querido hacerlo, pero Guadalupe tenía una idea. Y mucha voluntad de persuasión.



- (Anciana) Yo fui la primera en llegar allí. A las 8 de la mañana estaba llamando a mi hija a la entrada del hospital. Al entrar vi que los suelos estaban fregados y las cosas estaban limpias. La ventanas abiertas. Se notaba un poco de olor a lejía y amoniaco. Del hospital quedaban algunas sillas, los hierros de los camastros, las pilas de los lavabos y los baños.

- (Hombre) Al parecer había estado limpiando toda la noche, aprovechando que allí dentro aún llegaba la corriente. Había estado gastándose el dinero del despido de Exporitex en material sanitario y en cosas para retomar el funcionamiento de ese sitio.

- (Anciana) Cuando vi a mi hija, estaba sentada en una silla, mirando a la pared de la sala de espera principal del recibidor, detrás del mostrador. Acababa de colocar algo allí. Lupe se giró, y me miró. Se volvió a mirar a la pared y yo fui hacia allá con ella. Había colgado un cuadro, con el jersey de punto que le había hecho a mi nieto y que le regalé en Navidad. Le había puesto un marco y lo había colocado allí… Debajo había escrito con un rotulador rojo "La central del amor. De Tomás e Ivan". Me quedé allí a su lado mirándolo, llorando con ella.

- (Guardia Civil) En una semana aquello se convirtió en un lugar de peregrinaje para todos los vecinos de Calatrava de Orduña. Todo el mundo arrimó el hombro y ayudó lo que pudo. Guadalupe quería ayudar a todo el que lo necesitase. 

- (Hombre) Lupe tenía una vida en la que servir a un marido enfermo y a un hijo que venía en camino. Se le fueron los dos, pero ella no renunció a seguir sirviendo y dando la vida por los demás.

(Imágenes de "La central del amor" desde dentro, su funcionamiento, su vida, la gente que está allí, los vecinos del pueblo que la visitan y las actividades que allí se realizan)

- (Anciana) "La central del amor" es el nombre del sitio en el que se cuida a todos los enfermos del pueblo que salieron de aquella pesadilla que fue la fábrica de plásticos. Mi hija la fundó y dio los primeros pasitos, a empujones. Luego el resto del pueblo y de la comarca hicieron el resto. 

- (Guardia Civil) Ese sitio ahora es el hospital, la escuela, el bar, el centro de reuniones, el comedor social, la iglesia, la biblioteca, y hasta el principal monumento del pueblo. 

- (Hombre) Ahora "La central del amor" da cobijo a unas cincuenta personas, afectadas directa o indirectamente por la contaminación de la fábrica. Algunos no lo superaron, otros siguen aquí desde que se abrió, y también se trata a los niños que han sufrido las consecuencias de la radiación. Desde que ocurriera todo aquello, ha habido una decena de casos de embarazos con niños que han arrastrado problemas de salud y que han sufrido leucemia. Pero aquí están todos los que salieron adelante, y no se van de aquí por nada del mundo.

- (Anciana) Mi hija siempre fue mucho de Corín Tellado, por lo del nombre así tan romántico, pero ha demostrado que no se puede ser más buena que ella.

- (Guardia Civil) Quizá nunca vivió para ella. Nunca quiso dejar de vivir, aunque fuera haciéndolo para los demás.

- (Hombre) Era la mejor manera de seguir con Tomás, y demostrarle lo que le quería. A él y a su hijo. Y darle todo lo que tenía para ofrecerles en la vida que tenían por delante. 

- (Lupe) No. Yo creo que al final no he hecho otra cosa que no sea tratar de convencer a los demás para que sean felices. Y que sueñen. Da igual que no se nos cumplan luego esos sueños. Tendremos que imaginarnos otros. Pero siempre existen más sueños...

- (Daniel, niño con la pulsera amarilla) ¿Mi sueño?. Pues yo quiero ser cantante. Y marcharme de conciertos, y ser tan viejo como el de los Rolling Stones.

- (Pablo, niño de la pulsera azul) Yo quiero echarme una novia… Jajajaja (se ríe a carcajadas). Bueno, vale, en serio. Pues…… quiero jugar al fútbol en el Bernabéu, contra el Atlético de Madrid. Y meterle un gol, de chilena. Pero no sé si lo celebraría, porque mi madre es del Atleti y seguro que luego se iba a enfadar conmigo...

- (Alfredo, niño de la pulsera negra) Pues mi sueño es ser así toda la vida. Y que Lupe también lo sea, y no se vaya nunca. Y los demás del pueblo. Yo no sé qué es lo que pasaría en esa fábrica, pero creo que hemos tenido mucha suerte. No me importa estar enfermo, o no tener pelo. Pero no quiero perder la alegría que siento aquí.

(Imágenes ralentizadas de los niños jugando, y de toda la gente sonriendo, en blanco y negro, y otras en color, intercaladas)

Música: Coldplay - Strawberry Swing



- (Anciana) Al final la vida me enseñó que sí que había algo con lo que luchar contra el mal que no se escucha. El cariño que se ve, y el amor que podemos sentir, gracias a los demás…

Imagen a negro.

FIN

LA CENTRAL DEL AMOR (I)

Plano de las manos de un niño, lleva una pulsera amarilla.

- (En off) Hola. Yo soy Daniel, pero todos me conocen como "El Rubio". Tengo trece años y nací en Calatrava de Orduña. Llevo dos años viviendo aquí, con mi madre, y me encanta. Me gusta tocar la guitarra, o bueno, en realidad lo que me gusta es ponerme a saltar en la cama haciendo como que toco, y pegar gritos cantando como si fuera un rockero. 

Plano de las manos de un niño, lleva una pulsera negra.

- (En off) Yo soy Alfredo, o Fredy, pero también me llaman Moreno. Es el apellido de mi padre, y la verdad es que en el colegio todos los profesores me llamaban así. (…) Tengo quince años y me he pasado los últimos cinco aquí dentro. (…) No te voy a engañar, a veces hecho de menos lo que hay fuera, pero creo que allí no nos echan de menos a nosotros. Y la verdad, no me importa. No saben lo que se pierden. (...) Este sitio es el mejor del mundo. No lo cambiaría por nada.

Plano de las manos de un niño, lleva una pulsera azul.

- (En off) Mi nombre es Pablo, y mi pulsera es de color azul. (…) Ellos tratan de reírse de mí porque soy el más pequeño, pero lo que no saben es que no tengo ni un pelo de tonto.



En la imagen vemos a los niños agarrados por los hombros, mirando sonrientes a la cámara y posando, riendo y hablando entre ellos. Todos están calvos. Los reconocemos por el color de sus pulseras. 

Mientras se ven imágenes de los chavales en su vida cotidiana, riendo y jugando entre ellos y con la gente que les rodea.
- (En off) Lo de llevar pulseras nos gusta, lo vimos en una serie de la tele, y nos gustó. Es como nuestra marca, el sello de nuestro grupo. Todos los amigos llevamos una.

- (En off) Aquí somos todos felices. Calatrava es el lugar más bonito del mundo, y el sitio donde está la gente más buena. Da igual lo que ocurriera en el pasado, pero no me quiero ir de aquí hasta que me muera… Aunque tuviera que morirme dentro de mucho tiempo.

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(Suena "Mother", de la BSO de "El verano de Kikujiro" - Joe Hisaishi)



TÍTULO: La central del amor

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Imágen a negro. 
Abre con imágenes en blanco y negro del pueblo y los vecinos en los años noventa, grabaciones caseras, vídeos domésticos, vidas cotidianas, bodas, comuniones… 

- (Hombre) Calatrava era un lugar feliz. La gente iba y venía, vivían la vida sin preocuparse por cosas demasiado estúpidas. Yo me emborraché, me enamoré, me desenamoré, estuve a punto de casarme, me fui del pueblo. Estuve viviendo en León. Luego volví, me enamoré de nuevo, me casé… Lo que todo hijo de vecino hacía en su vida en un pueblo como este.

- (Anciana) En la comarca de Orduña siempre se había trabajado el campo. Al estar en la cuenca del río Horcajo, el trabajo de la huerta era algo normal. No había vecino que no tuviera su parcela y su trabajo en el campo. La tierra había pasado de padres a hijos, y de hijos a nietos. Y "asín" debía de ser. Pero cuando vinieron los de aquella fábrica todo se acabó. Acabaron con Calatrava.

- (Hombre) Cuando ganó (Juan José) Lucas las elecciones en el 95, se trajo la fábrica de una filial americana a Orduña. Iba a dar mucho trabajo en la comarca, y iba a dejar mucho dinero en la zona. Me imagino que es la ventaja que da tener mayoría absoluta, no tienes que discutir con nadie qué haces con las cosas. Salió Calatrava, y aquí nos pusieron la gallina de los huevos de oro.

- (Anciana) El demonio… eso nos trajeron… (silencio)

Imagen a negro. 

(Abre con imágenes del pueblo) El municipio leonés de Calatrava de Orduña recibía con alegría la implantación de la nueva fábrica en España de la empresa Exporitex, filial en nuestro país de una conocida multinacional norteamericana, que se dedicaba a la construcción de pequeñas piezas de diversos elementos plásticos, recambios y partes de electrodomésticos, robótica, contando con laboratorio químico, maquinaria industrial, y que funcionaba además como centro de recogida de residuos tecnológicos.

Tras unos meses de construcción, la inauguración de la central acumulaba sonrisas y buenos presagios. 
(Imágenes del acto de inauguración de la fábrica).



Varios centenares de puestos de trabajo habían recaído en las gentes del pueblo y en los pueblos vecinos de la cuenca del Horcajo. Con la llegada de la fábrica, la vida en Calatrava de Orduña cambiaba a pasos agigantados.

- (Anciana) Aquellas tierras tenían vida debajo de esas piedras. Y nos las quitaron, y mataron esa vida. Aquello que hicieron fue matar a Calatrava. Y comprar con unos dineros el silencio del pueblo para el velatorio.

- (Hombre) A mí me tocó trabajar allí. Y a mi hermano. Todo era fácil y sencillo. En esa fábrica se trabajaba con algo que no conocíamos, que no sabíamos adónde iba ni para qué se usaba. Esa tecnología no era para nosotros. Pero el dinero que dejó en Calatrava nos hacía querer a ese lugar. Aunque si ese negocio en el que trabajábamos, o esa empresa, fuesen mal, aquí en el pueblo no nos íbamos a enterar.  Este era un trabajo. Lo que salía de él, para nosotros solo era una nómina.

Tras varios años de bonanza, algo sucedió que pasó desapercibido. Todos lo supimos, pero nadie pensó nada. Tampoco nadie estaba ahí para pensar algo. El director de la central murió. Había enfermado unos meses antes, y se había marchado a Barcelona, que era donde vivía su mujer. No llegaba a los cincuenta años, y el tiempo se lo llevó muy rápido. Se hizo un día de luto en la fábrica, pero allí no había pasado nada.

Pasó un año hasta que nos diésemos cuenta de que estaba pasando algo. Fue el mismo día que en la fábrica Tomás me dijo que su mujer estaba en estado. 

(Imágenes de vídeo casero de la fábrica, con los trabajadores bromeando, bailando y sonriendo ante la cámara. Imágenes de la central. La gente haciendo su trabajo, y la fábrica en funcionamiento. Los vecinos fumando en el exterior en los descansos. Imágenes de encuentros con las mujeres y los niños a la salida del trabajo)

- (Hombre) Saturno me dijo que habían venido a la central unos hombres muy raros, vestidos de blanco. Parecían astronautas cuando se ponían las escafandras. Habían bajado a las tripas de la fábrica, a los almacenes donde se guardaban los contenedores de residuos que llegaban por la noche de la planta de reciclado. Él trabajaba en una garita, y dijo que les había visto pasar con unos tubos fluorescentes, y que luego le sacaron de la garita sin dejarle terminar el bocadillo.

Aquel era el día de Tomás. La fábrica estaba de fiesta porque iba a tener un hijo una de las personas más buenas y queridas de la central. No quisimos decir nada de esto entonces, aunque por la noche les vimos pasar y salir con carretillas.

- (Anciana) Estar enfermo no es un mal. El mal es no hacer por la cura. En esta fábrica cayeron muchos enfermos Otros muchos cayeron malos…

- (Hombre) Habían pasado unas semanas y ya se acercaba el invierno. En mi sector habían caído dos compañeros. Venancio tenía problemas en la laringe y estaba ingresado en León. Hasta cierto punto nos parecía algo normal. Fumaba como un carretero. Lo de Alejo era más grave. Se había desvanecido en la comida unos días después. De repente, mientras comíamos, se cayó sobre el plato. Se lo llevaron. El silencio era lo que hacía la situación más grave. Mi jefe decía que no le pasaba nada. Ya nadie se acordaba del muerto...

- (Anciana) Los vecinos fueron cayendo poco a poco. Cuando el daño no duele, corre más rápido.

- (Hombre) Un día, en un reparto de material en el pueblo de Olambide, un pueblecito a unos kilómetros de Calatrava, me dijeron que había varios vecinos que habían acabado en el hospital, y que eran de la fábrica. Gente de la cocina y un secretario. No les conocía. Pero habían caído enfermos antes de la Navidad, como Venancio y Alejo. Yo no dije nada, pero me asusté. Algo raro estaba pasando.

En el trabajo solo nos dijeron que se iban a partir los turnos de trabajo. O mañana o tarde, pero nada de jornada intensiva. Prejubilaron a Domingo, mi tío, y a otra docena, y adelantaron vacaciones. Parecía que no querían que estuviésemos allí. Les estábamos estorbando, no teníamos que ver lo que hacían.

- (Anciana) No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más estúpido que el que hace por que los demás queden ciegos.

- (Hombre) Los hombres de blanco ya eran uno más en la fábrica. A veces salían con bidones, o empujando mesas con ruedas donde llevaban cosas cubiertas con plásticos. Entraban por otra parte a la central, y no hablaban. Tampoco tenían cara. El pueblo estaba más silencioso que nunca esos días.

Así pasó toda la Navidad. Hubo cierre por vacaciones en la empresa y la fábrica se cerró. Pero allí adentro seguían viéndose luces. Aquellos hombres que iban de blanco y con escafandras habían tomado el control de la central.



- (Anciana) Yo le regalé a mi hija un jersey de punto para el bebé en aquellas navidades. Lo había estado tejiendo durante días, y era más un símbolo que otra cosa. Era la primera ropita del pequeño Iván, que aún no había nacido. Quería que su madre se lo pusiese, y cuando ya no le valdría, que lo colgase con un marco en la pared. No era nada raro, pero era algo especial. Era mi primer nieto, ¿sabe usted?, y era lo primero que hacía por él.

- (Hombre) Volvimos a la fábrica después de las vacaciones de Navidad, pero aquel lugar había sufrido una transformación muy grande. Muchas de las máquinas estaban selladas, y salas enteras precintadas. El trabajo se paraba a las 3, y ya no volvían a funcionar los generadores de las máquinas. Paramos la producción. Aquello duró solo tres semanas. Ya en Febrero el trabajo se terminó definitivamente. Se nos llamó uno a uno individualmente para informarnos de que la actividad de la empresa Exporitex y de la fábrica central de Calatrava de Orduña iba a cesar. Se nos hacía personarnos en el Ayuntamiento del pueblo el día 3 de Febrero para que se nos comunicara la decisión sobre nuestros empleos. Fuimos todos los del pueblo, salvo 34, según me dijo Antonio, el bedel del Ayuntamiento que nos tomaba nota a la entrada de la sala de reuniones del consistorio. Venancio y Alejo eran dos de ellos. Venancio se sabía que tenía cáncer, de Alejo no se sabía si tenía ya nada por lo que quejarse… Ese día Tomás no dejaba de toser. Su cara era la de aquel que no estaba al cien por ciento allí. La de alguien que se estaba yendo, con la mirada, a algún otro sitio.

En esa reunión nos dijeron que la fábrica no iba a abrir más. Que los hombres de laboratorio de Exporitex, los hombres de blanco, habían inspeccionado la central, y que allí no se podía seguir trabajando. No dijeron nada más. Solo sacaron los cheques, con nuestros nombres. Nos dijeron que nos pusiéramos en fila, gritaban nuestro nombre, y salíamos a recoger aquel papel. Cuando me nombraron a mí, salí a por el cheque a recibirlo de manos del jefe. A su lado reconocí por la mirada a uno de los hombres de blanco que habían estado por la central. Me miró un tiempo, luego bajó la mirada, y se movió afuera. Su mirada también era de las que parecía que se estaban yendo a otro lado, lejos. Como pidiendo perdón. 

- (Anciana) Con unos millones uno se puede comprar una parcela. Pero a la vida le sobran muchos duros, y cada vez tiene menos pesetas. Mi hija estaba sufriendo mucho por todo aquello. Lo que fuese que crecía dentro de ella ya no era un niño, era el mayor de los males: el miedo. Y contra eso no hay cura. 

- (Hombre) Cuando salió de aquella reunión Tomás tosía más y más. Al día después me enteré de que después de haberle dejado con su mujer fuera del Ayuntamiento, le había dado por ir al Clínico, de urgencias. No había vuelto por casa esa noche, y al día siguiente los miembros de mi cuadrilla de la planta de la fábrica no sabían nada de él. Yo sabía que sus ojos ya iban por otro camino, pero no sabía que le llevaban tan rápido. Su mujer no respondía tampoco en casa, y era extraño que fuese así estando en estado. Algo pasaba con Tomás, y no me gustaba ese nuevo camino.

- (Anciana) Mi hija nunca había visto tanto dinero junto en la vida. Pero eso era todo lo que no quería de la vida. Aquello era el mal. Tampoco veía a su marido aunque lo tenía delante. Él se había dejado la vida en algún sitio, y lo peor es que sabía que ya no la tenía, se le estaba escapando, y era consciente de que mi hija no podía ya hacer nada.



______________________________ por mJ_ y Santi Ivar

lunes, 2 de enero de 2012

Será

A veces las ausencias me dan mucho miedo. A veces me ayudan a sentir las cosas con mayor claridad.
A veces decir en alto ciertas cosas resulta más difícil que simplemente reconocerlas que están ahí.
Y a mí me cuesta cada vez más no decir las que llevo conmigo dentro. 


A veces me cuesta sentir miedo. A veces no dejo de tenerlo si pienso en que puedo volver a perder otra vez.
A veces cuando no estás es cuando más seguro estoy de lo que echo de menos si falta tu presencia.
Y se me acumulan los buenos momentos que aún me quedan por vivir.






¿Lo que queda?.
¿Lo que será?.

Lo que empieza siendo.
Lo que ya empieza a ser.