martes, 31 de enero de 2012

LA CENTRAL DEL AMOR (I)

Plano de las manos de un niño, lleva una pulsera amarilla.

- (En off) Hola. Yo soy Daniel, pero todos me conocen como "El Rubio". Tengo trece años y nací en Calatrava de Orduña. Llevo dos años viviendo aquí, con mi madre, y me encanta. Me gusta tocar la guitarra, o bueno, en realidad lo que me gusta es ponerme a saltar en la cama haciendo como que toco, y pegar gritos cantando como si fuera un rockero. 

Plano de las manos de un niño, lleva una pulsera negra.

- (En off) Yo soy Alfredo, o Fredy, pero también me llaman Moreno. Es el apellido de mi padre, y la verdad es que en el colegio todos los profesores me llamaban así. (…) Tengo quince años y me he pasado los últimos cinco aquí dentro. (…) No te voy a engañar, a veces hecho de menos lo que hay fuera, pero creo que allí no nos echan de menos a nosotros. Y la verdad, no me importa. No saben lo que se pierden. (...) Este sitio es el mejor del mundo. No lo cambiaría por nada.

Plano de las manos de un niño, lleva una pulsera azul.

- (En off) Mi nombre es Pablo, y mi pulsera es de color azul. (…) Ellos tratan de reírse de mí porque soy el más pequeño, pero lo que no saben es que no tengo ni un pelo de tonto.



En la imagen vemos a los niños agarrados por los hombros, mirando sonrientes a la cámara y posando, riendo y hablando entre ellos. Todos están calvos. Los reconocemos por el color de sus pulseras. 

Mientras se ven imágenes de los chavales en su vida cotidiana, riendo y jugando entre ellos y con la gente que les rodea.
- (En off) Lo de llevar pulseras nos gusta, lo vimos en una serie de la tele, y nos gustó. Es como nuestra marca, el sello de nuestro grupo. Todos los amigos llevamos una.

- (En off) Aquí somos todos felices. Calatrava es el lugar más bonito del mundo, y el sitio donde está la gente más buena. Da igual lo que ocurriera en el pasado, pero no me quiero ir de aquí hasta que me muera… Aunque tuviera que morirme dentro de mucho tiempo.

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(Suena "Mother", de la BSO de "El verano de Kikujiro" - Joe Hisaishi)



TÍTULO: La central del amor

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Imágen a negro. 
Abre con imágenes en blanco y negro del pueblo y los vecinos en los años noventa, grabaciones caseras, vídeos domésticos, vidas cotidianas, bodas, comuniones… 

- (Hombre) Calatrava era un lugar feliz. La gente iba y venía, vivían la vida sin preocuparse por cosas demasiado estúpidas. Yo me emborraché, me enamoré, me desenamoré, estuve a punto de casarme, me fui del pueblo. Estuve viviendo en León. Luego volví, me enamoré de nuevo, me casé… Lo que todo hijo de vecino hacía en su vida en un pueblo como este.

- (Anciana) En la comarca de Orduña siempre se había trabajado el campo. Al estar en la cuenca del río Horcajo, el trabajo de la huerta era algo normal. No había vecino que no tuviera su parcela y su trabajo en el campo. La tierra había pasado de padres a hijos, y de hijos a nietos. Y "asín" debía de ser. Pero cuando vinieron los de aquella fábrica todo se acabó. Acabaron con Calatrava.

- (Hombre) Cuando ganó (Juan José) Lucas las elecciones en el 95, se trajo la fábrica de una filial americana a Orduña. Iba a dar mucho trabajo en la comarca, y iba a dejar mucho dinero en la zona. Me imagino que es la ventaja que da tener mayoría absoluta, no tienes que discutir con nadie qué haces con las cosas. Salió Calatrava, y aquí nos pusieron la gallina de los huevos de oro.

- (Anciana) El demonio… eso nos trajeron… (silencio)

Imagen a negro. 

(Abre con imágenes del pueblo) El municipio leonés de Calatrava de Orduña recibía con alegría la implantación de la nueva fábrica en España de la empresa Exporitex, filial en nuestro país de una conocida multinacional norteamericana, que se dedicaba a la construcción de pequeñas piezas de diversos elementos plásticos, recambios y partes de electrodomésticos, robótica, contando con laboratorio químico, maquinaria industrial, y que funcionaba además como centro de recogida de residuos tecnológicos.

Tras unos meses de construcción, la inauguración de la central acumulaba sonrisas y buenos presagios. 
(Imágenes del acto de inauguración de la fábrica).



Varios centenares de puestos de trabajo habían recaído en las gentes del pueblo y en los pueblos vecinos de la cuenca del Horcajo. Con la llegada de la fábrica, la vida en Calatrava de Orduña cambiaba a pasos agigantados.

- (Anciana) Aquellas tierras tenían vida debajo de esas piedras. Y nos las quitaron, y mataron esa vida. Aquello que hicieron fue matar a Calatrava. Y comprar con unos dineros el silencio del pueblo para el velatorio.

- (Hombre) A mí me tocó trabajar allí. Y a mi hermano. Todo era fácil y sencillo. En esa fábrica se trabajaba con algo que no conocíamos, que no sabíamos adónde iba ni para qué se usaba. Esa tecnología no era para nosotros. Pero el dinero que dejó en Calatrava nos hacía querer a ese lugar. Aunque si ese negocio en el que trabajábamos, o esa empresa, fuesen mal, aquí en el pueblo no nos íbamos a enterar.  Este era un trabajo. Lo que salía de él, para nosotros solo era una nómina.

Tras varios años de bonanza, algo sucedió que pasó desapercibido. Todos lo supimos, pero nadie pensó nada. Tampoco nadie estaba ahí para pensar algo. El director de la central murió. Había enfermado unos meses antes, y se había marchado a Barcelona, que era donde vivía su mujer. No llegaba a los cincuenta años, y el tiempo se lo llevó muy rápido. Se hizo un día de luto en la fábrica, pero allí no había pasado nada.

Pasó un año hasta que nos diésemos cuenta de que estaba pasando algo. Fue el mismo día que en la fábrica Tomás me dijo que su mujer estaba en estado. 

(Imágenes de vídeo casero de la fábrica, con los trabajadores bromeando, bailando y sonriendo ante la cámara. Imágenes de la central. La gente haciendo su trabajo, y la fábrica en funcionamiento. Los vecinos fumando en el exterior en los descansos. Imágenes de encuentros con las mujeres y los niños a la salida del trabajo)

- (Hombre) Saturno me dijo que habían venido a la central unos hombres muy raros, vestidos de blanco. Parecían astronautas cuando se ponían las escafandras. Habían bajado a las tripas de la fábrica, a los almacenes donde se guardaban los contenedores de residuos que llegaban por la noche de la planta de reciclado. Él trabajaba en una garita, y dijo que les había visto pasar con unos tubos fluorescentes, y que luego le sacaron de la garita sin dejarle terminar el bocadillo.

Aquel era el día de Tomás. La fábrica estaba de fiesta porque iba a tener un hijo una de las personas más buenas y queridas de la central. No quisimos decir nada de esto entonces, aunque por la noche les vimos pasar y salir con carretillas.

- (Anciana) Estar enfermo no es un mal. El mal es no hacer por la cura. En esta fábrica cayeron muchos enfermos Otros muchos cayeron malos…

- (Hombre) Habían pasado unas semanas y ya se acercaba el invierno. En mi sector habían caído dos compañeros. Venancio tenía problemas en la laringe y estaba ingresado en León. Hasta cierto punto nos parecía algo normal. Fumaba como un carretero. Lo de Alejo era más grave. Se había desvanecido en la comida unos días después. De repente, mientras comíamos, se cayó sobre el plato. Se lo llevaron. El silencio era lo que hacía la situación más grave. Mi jefe decía que no le pasaba nada. Ya nadie se acordaba del muerto...

- (Anciana) Los vecinos fueron cayendo poco a poco. Cuando el daño no duele, corre más rápido.

- (Hombre) Un día, en un reparto de material en el pueblo de Olambide, un pueblecito a unos kilómetros de Calatrava, me dijeron que había varios vecinos que habían acabado en el hospital, y que eran de la fábrica. Gente de la cocina y un secretario. No les conocía. Pero habían caído enfermos antes de la Navidad, como Venancio y Alejo. Yo no dije nada, pero me asusté. Algo raro estaba pasando.

En el trabajo solo nos dijeron que se iban a partir los turnos de trabajo. O mañana o tarde, pero nada de jornada intensiva. Prejubilaron a Domingo, mi tío, y a otra docena, y adelantaron vacaciones. Parecía que no querían que estuviésemos allí. Les estábamos estorbando, no teníamos que ver lo que hacían.

- (Anciana) No hay más ciego que el que no quiere ver, ni más estúpido que el que hace por que los demás queden ciegos.

- (Hombre) Los hombres de blanco ya eran uno más en la fábrica. A veces salían con bidones, o empujando mesas con ruedas donde llevaban cosas cubiertas con plásticos. Entraban por otra parte a la central, y no hablaban. Tampoco tenían cara. El pueblo estaba más silencioso que nunca esos días.

Así pasó toda la Navidad. Hubo cierre por vacaciones en la empresa y la fábrica se cerró. Pero allí adentro seguían viéndose luces. Aquellos hombres que iban de blanco y con escafandras habían tomado el control de la central.



- (Anciana) Yo le regalé a mi hija un jersey de punto para el bebé en aquellas navidades. Lo había estado tejiendo durante días, y era más un símbolo que otra cosa. Era la primera ropita del pequeño Iván, que aún no había nacido. Quería que su madre se lo pusiese, y cuando ya no le valdría, que lo colgase con un marco en la pared. No era nada raro, pero era algo especial. Era mi primer nieto, ¿sabe usted?, y era lo primero que hacía por él.

- (Hombre) Volvimos a la fábrica después de las vacaciones de Navidad, pero aquel lugar había sufrido una transformación muy grande. Muchas de las máquinas estaban selladas, y salas enteras precintadas. El trabajo se paraba a las 3, y ya no volvían a funcionar los generadores de las máquinas. Paramos la producción. Aquello duró solo tres semanas. Ya en Febrero el trabajo se terminó definitivamente. Se nos llamó uno a uno individualmente para informarnos de que la actividad de la empresa Exporitex y de la fábrica central de Calatrava de Orduña iba a cesar. Se nos hacía personarnos en el Ayuntamiento del pueblo el día 3 de Febrero para que se nos comunicara la decisión sobre nuestros empleos. Fuimos todos los del pueblo, salvo 34, según me dijo Antonio, el bedel del Ayuntamiento que nos tomaba nota a la entrada de la sala de reuniones del consistorio. Venancio y Alejo eran dos de ellos. Venancio se sabía que tenía cáncer, de Alejo no se sabía si tenía ya nada por lo que quejarse… Ese día Tomás no dejaba de toser. Su cara era la de aquel que no estaba al cien por ciento allí. La de alguien que se estaba yendo, con la mirada, a algún otro sitio.

En esa reunión nos dijeron que la fábrica no iba a abrir más. Que los hombres de laboratorio de Exporitex, los hombres de blanco, habían inspeccionado la central, y que allí no se podía seguir trabajando. No dijeron nada más. Solo sacaron los cheques, con nuestros nombres. Nos dijeron que nos pusiéramos en fila, gritaban nuestro nombre, y salíamos a recoger aquel papel. Cuando me nombraron a mí, salí a por el cheque a recibirlo de manos del jefe. A su lado reconocí por la mirada a uno de los hombres de blanco que habían estado por la central. Me miró un tiempo, luego bajó la mirada, y se movió afuera. Su mirada también era de las que parecía que se estaban yendo a otro lado, lejos. Como pidiendo perdón. 

- (Anciana) Con unos millones uno se puede comprar una parcela. Pero a la vida le sobran muchos duros, y cada vez tiene menos pesetas. Mi hija estaba sufriendo mucho por todo aquello. Lo que fuese que crecía dentro de ella ya no era un niño, era el mayor de los males: el miedo. Y contra eso no hay cura. 

- (Hombre) Cuando salió de aquella reunión Tomás tosía más y más. Al día después me enteré de que después de haberle dejado con su mujer fuera del Ayuntamiento, le había dado por ir al Clínico, de urgencias. No había vuelto por casa esa noche, y al día siguiente los miembros de mi cuadrilla de la planta de la fábrica no sabían nada de él. Yo sabía que sus ojos ya iban por otro camino, pero no sabía que le llevaban tan rápido. Su mujer no respondía tampoco en casa, y era extraño que fuese así estando en estado. Algo pasaba con Tomás, y no me gustaba ese nuevo camino.

- (Anciana) Mi hija nunca había visto tanto dinero junto en la vida. Pero eso era todo lo que no quería de la vida. Aquello era el mal. Tampoco veía a su marido aunque lo tenía delante. Él se había dejado la vida en algún sitio, y lo peor es que sabía que ya no la tenía, se le estaba escapando, y era consciente de que mi hija no podía ya hacer nada.



______________________________ por mJ_ y Santi Ivar

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