viernes, 9 de marzo de 2012

MENTIRAS Y GORDAS

(THE IDES OF MARCH, George Clooney, 2011)

Esta no va a ser una película de éxito. No va a resultar una de esas pesadas experiencias en las que esperas con gran interés acudir a una sala de cine para ver una película, y te toca escuchar la robótica voz metálica del otro lado de la taquilla diciéndote que la sala “está llena”. Esta vez no.

Ir a ver “Los Idus de Marzo” supone un ejercicio previo de elección y de aceptación: vas a ver una película sobre política. Y hoy en día, lo cierto es que nadie quiere verle la cara a un político, y menos aún si encima tiene que pagar para hacerlo. Así que nada, fila centrada, sin 3D y sin niños petardos.

George Clooney, célebre responsable de esta cinta nominada al Oscar al mejor guión adaptado y que contó además con otras cuatro candidaturas para los Globos de Oro, se hace cargo de una historia por la que podrá aspirar a ser reconocido por su magnífico trabajo, que realmente lo es, pero no se llevará en ningún caso públicos simpáticos y alegres por aquello que habrán visto.




“Los Idus de Marzo” es una disección muy profunda y acertada del sistema político actual, de la sangre y la bilis que corre por Estados Unidos y por el resto del mundo. Desde el sudor que se segrega por los poros de la sociedad, hasta los jugos gástricos y los fluidos de las entrañas del poder político. Mayormente, el de su sistema excretor (tan funcional como asqueroso).

Ryan Gosling es Stephen, mano derecha de Paul Zara (Philip Seymour Hoffman), director de campaña del candidato demócrata Mike Morris, papel interpretado por Clooney en el film, en las primarias del Partido Demócrata. Joven, apuesto, inteligente y hábil estratega, este perfecto asesor cree de manera incondicional en su jefe. Ingenuo y seducido por una becaria (como no podía ser de otra manera hablando de política estadounidense), irá pudriéndose en la transformación que todo político debe pasar cuando llega a un cierto nivel: la pérdida de sus propios principios y sus valores.

La mano de George Clooney tras la cámara se nota en un mundo en el que suele haber pocas luces, demasiados destellos, algún cañón de luz, y muchas, muchas sombras. Así lo muestra formalmente, como en la memorable secuencia a contraluz con Hoffman y Gosling discutiendo tras la gigante y gloriosa enseña de barras y estrellas en el backstage de un mitin. La “cara B” del discurso político que es pan nuestro de cada día. La que no nos enseñan, la que ahora más que nunca queremos ver.




La cinta se sostiene con una acertadísima elección de reparto, encabezado por un intenso y central Ryan Gosling, siempre bien en todas sus ligeras mutaciones de matices, un Clooney que no se perturba al dar un paso atrás en la escena, con un personaje enmascarado tras la figura de un “bonito de cara”, y los dos pilares maestros a cada lado de la historia, los siempre grandes Philip Seymour Hoffman y Paul Giamatti, como jefes de campaña de los dos candidatos demócratas aspirantes a ganar la carrera hacia la Casa Blanca en las elecciones primarias del Partido Demócrata.

De la delicadeza de Clooney en la dirección se sacan muy buenas conclusiones, como el tratamiento de temas claves como el aborto o el suicidio, y la sutileza con la que los incluye en el film. Aspectos por los cuales uno pudiera sentirse perdido en la narración, pero que el director los utiliza como artimaña para hacer patente su elegancia en la crítica, pero no por ello deja de ser menos profunda y certera. Una demostración de que se pueden decir muchas cosas sin necesidad de alzar el tono de voz. Que uno puede mojarse sin peligro de exponerse a coger una pulmonía al quedarse al aire.

“Los Idus de Marzo” es una película donde en verdad no hay personajes “buenos”, cosa que suele ser habitual en el plantel de nuestra realidad política. Se trata de un alegato político a la sociedad; y un alegato social a lo político. Porque quizá lo mejor que debería hacer un político cuando no sabe qué tiene que hacer (y no tiene a nadie cerca para que se lo diga), sería no hacer nada. Pura lógica.
Pero no, ellos son políticos... así que hay que aceptarlos tal y como son. De profesión: mentirosos. Deformación profesional que se llama (nunca mejor dicho en esta ocasión).




Es en los valores que se muestran, y en la ausencia de ellos, donde está el mensaje de esta historia.
Da igual quién gane al final estas elecciones, ni quién es el otro candidato rival. Ni cómo serán los republicanos a los que deberían disputar las presidenciales. Ni siquiera es importante si nos interesa un mínimo la política de los Estados Unidos. Lo único que te importa es ir esperando a ver la caída en el fango de todos y cada uno de ellos (incluído el cuarto poder: la prensa, que también caerá). Sabes que todo esto va a ocurrir, tarde o temprano. Al igual que sabes que un mago esconde sus trucos, también esperas que estos políticos te acaben traicionando y dejándose ver a la luz de la realidad.

Lo resume perfectamente la afirmación de Frank Sinatra en el final de “Angel eyes”, que Clooney cuela en al final de una de las secuencias clave de la cinta. La frase con la que se van los ingratos, la que nos deja la definición de su existencia. La única que tenemos que recordar cuando nos encontremos con un político. Detrás de sus palabras, de su buen traje y su sonrisa, sonará de fondo sobre sus pisadas aquello de “Excuse me while I disappear ...” Y no nos habremos equivocado.

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